jueves, 24 de enero de 2013

Volver es la mejor parte de echarte de menos.

Y entonces me di cuenta de que, al soltarme de ese abrazo, pondríamos en marcha las manecillas de un reloj que ya no iba a parar. En ese preciso instante a principios de septiembre, mientras nuestros cuerpos desnudos reposaban suavemente el uno junto al otro, y él, con sus suaves manos, me acariciaba el pelo, me di cuenta de cómo se escurría el tiempo entre mis dedos. En unos días tendría que irme y poner un mar de distancia entre los dos. Unas cuantas lágrimas de cruda realidad empezaron a rodar por mi mejilla, frías y dolorosas. 

Cuando pienso en esos abrazos que tanta falta me hacen, en esas caricias que me reconfortan y me animan a seguir adelante, esas que no están, me siento como si cayera en el abismo que es esta puta distancia. Pero he aprendido que, a pesar de todo, lo único que importa, lo que realmente vale la pena, es el día en que vuelvo a ver sus ojos. Que lo único que cuenta es ese "Cuánto te he echado de menos", ese "Me hacías falta", ese dejarme caer en sus brazos, ese fundirnos en una mirada que lo dice todo... Y es que echarle de menos no es tan doloroso si pienso que le volveré a ver. Porque, en el fondo, la distancia no es más que vértigo horizontal.